La cultura caleña, una cultura en declive.

En 1971 Cali empezó un proceso de transformación donde se llevó a cabo una mejora sustancial de los espacios públicos acompañado de una fuerte inversión en proyectos de desarrollo arquitectonico con la finalidad de que Cali fuera electa como la sede de los VI Juegos Panamericanos. A raíz de lo anterior, y de una serie de campañas promovidas por las administraciones de turno, Cali se consolidó durante varios años como una de las ciudades mas cívicas de Colombia. Esto contribuyó a que los caleños despertaran un sentido de pertenencia por su ciudad y desarrollaron el respeto el uno por el otro.

Con el pasar de los años, con el auge del narcotráfico y la violencia, la cultura cívica de los caleños estaba al borde de un abismo y puso en riesgo la construcción del civismo que llevaba varios años edificándose. El paso del narcotráfico por la ciudad influyó y marcó la cultura local con el legado de “la narcocultura” que llevó a que muchos en la ciudad tomaran actitudes arrogantes, agresivas, poco tolerantes y envidiosas. Muy al estilo de los narcos de películas, estos elementos terminaron convirtiendo a Cali en un campo de batalla, con Cali como una selva de concreto donde se aplica la ley del más fuerte.

Los valores éticos y cívicos de la gran parte de caleños se perdieron casi que por completo. En el día a día podemos ver como en el sector de la movilidad las motos y los carros no respetan los semáforos, o la falta de tolerancia resulta en accidentes de transito y agresiones físicas. Nuestro comportamiento en la calle deja en evidencia que el afán de cada uno esta por encima del bienestar de los demás.

Estos comportamientos erráticos no solo se ven en el sector de movilidad si no también en el sector social y económico, donde muchas veces el hecho de ver que alguien sale adelante de manera legal hace que muchos quieran tenerlo hundido. Esto ha generado en la comunidad Caleña una división social que ha afectado el desarrollo económico de gran parte sus ciudadanos y de Cali en si. Lo anterior demuestra que la prosperidad de la ciudad está lejos de ser una realidad.

El panorama que se ve y se vive hoy en día en la ciudad es desalentador y alarmante.  Solo basta con salir a manejar unas pocas cuadras para darse cuenta de que no hay respeto de ningún tipo. Igual pasa con leer las noticias del último domingo con saldo de la muerte de ocho personas a causa de riñas. A pesar de todo, Cali se ha caracterizado por ser una ciudad con un conglomerado empresarial amplio y sólido, por tener un capital humano pujante y echado para adelante, por tener una diversidad cultural bastante amplia y fascinante y por tener el puerto más importante de la costa pacifica a tan solo tres horas. Pero el declive de la cultura caleña se ha convertido en un freno de mano para que la ciudad y los sectores que la componen les sea difícil potencializar todas sus capacidades.

Cali tiene todo el potencial para llegar a ser una ciudad que le aporte a la economía nacional por encima de Bogotá, Barranquilla y Medellín. Y de mucho más si nosotros como caleños unidos nos lo proponemos. Pero mientras la mentalidad de los caleños sea “caleño come caleño”, la prosperidad social y económica de la sociedad no va a levantar vuelo si nosotros mismos no cambiamos el chip y empezamos a inculcar valores cívicos que permitan unir a la ciudadanía, y llevar el sector económico, social y cultural a un primer plano para crear ciudad.

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